Saca la basura

Cuento 17-09-2024

Saca la basura

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Imagen de la canción Dream

Dream

Hemio


Saca la basura

El día comenzaba como cualquier otro: me desperté temprano, me preparé un café y empecé a hacer el desayuno. Faltaban 10 minutos para las 6. Fui al cuarto de las niñas, las desperté para que desayunaran antes de irse a la escuela.

— Fui al baño y toqué la puerta — ¡Apúrate, Jesús! Ya casi es hora y todavía no has desayunado. Y que no se te olvide sacar la basura, porque los perros van a hacer un tiradero en la calle.

Me fui a la cocina, les serví el desayuno a las niñas y empecé a hacer los lonches. Ya que los terminé, fui a ver si las niñas ya estaban listas.

— Abrí la puerta y ahí estaban, acostadas. — ¡Hey, levántense! Ya casi va a ser hora y todavía no están cambiadas. ¡Apúrense!.

Mientras una se cambiaba, empecé a peinar a la otra.

¡Ey, ama, no me jales tanto!
Te dije ayer cuando te bañaste que te echaras el enjuague para que no se te enredara el pelo, y ni tú ni la otra me hicieron caso. Ojalá ahorita que la peine también se ponga a renegar — respondí, mientras la volteé a ver.

— Jesús entró al cuarto y miró a las niñas, todas greñudas. — ¿Qué, por qué no están cambiadas todavía?
Se quedaron dormidas las huevonas — Lili y Paty nada más se taparon la boca con las manos, encogieron los hombros y se rieron
Lo bueno que todavía es temprano y sí les voy a alcanzar a dar un raite a la escuela — dijo Jesús
Ya oyeron a su papá, apúrense para que desayunen y se vayan a la escuela

En eso, Lili se levantó corriendo de su cama y fue a la cocina, trajo su mochila, sacó una libreta y empezó a hojearla para buscar algo. Cuando lo encontró, levantó las manos y gritó:

¡Mira lo que dibujé, mami! Somos nosotros desayunando — nos dijo emocionada con su sonrisita chimuela.
¡Ay, mira qué bonito! ¿Ya viste, Jesús? Somos nosotros.
— Jesús se acercó a Lili, agarró la libreta y empezó a mirar el dibujo como un crítico de arte. — ¡Guao!, vas a ver que ella de grande va a ser pintora.

Lili suele hacer dibujos seguido de toda la familia o a veces me pregunta cómo estuvo mi día, y mientras le cuento, ella hace un dibujo.

Familia desayunando

Terminaron de desayunar, las niñas fueron por su mochila. Yo comencé a recoger la mesa. Jesús se acercó a mí y me dio un beso.
Dos niñas y ocho años juntos, y aún me sigo sonrojando cuando me da un beso.

Las niñas se subieron al carro y empezaron a tocar la bocina para que Jesús también se apurara. Todos se iban, y mientras lo hacían, les decía adiós, mientras ellos también se despedían. Iba a entrar a la casa para ponerme a desayunar, y lo primero que veo, a un lado de la puerta, es la bolsa de la basura que le dije a Jesús que sacara.

— Chingada madre, no les puedo pedir un pinche favor, uno porque… — me solté renegando mientras llevaba la basura al contenedor, que estaba como a una cuadra.

Regresé a la casa, me alisté y me fui a trabajar.

Llegué al trabajo y se notaba que era quincena. La fila se salía del banco y casi daba vuelta al local.

— Suspiré — “ni modo, así de lleno, tengo que trabajar”

Fila en el banco

No descansé ni un minuto desde que llegué, porque todo el día estuvo lleno. Lo bueno era que ya estaba un poco más solo, y solo faltaba como media hora para salir a comer.

Ey, ¿qué ondas, Ester? ¿Qué vas a comer? — me preguntó Lupita mientras se sentaba en una silla a un lado de mí en el comedor del trabajo.
Ayy… no sé, lo que traje de comer casi no se me antoja. ¿No sabes si ya pasó don Arturo? Se me antoja más una torta.
Pues yo no lo he visto pasar, pero de seguro ya no tarda, casi siempre viene como a esta hora.
Sí, como a esta hora viene más o menos, lo voy a esperar un ratito a ver si llega — dije mientras miraba mi lonche de huevos con jamón.

Como a los 20 minutos, llegó el señor Erick, el guardia de seguridad.

Allá afuera está don Arturo, que si quién va a querer tortas, dice.
— Pegué un brinco de la silla en la que estaba sentada — ¡Yooo!, gracias por avisar, don Erick — le respondí mientras ya casi estaba en la salida del comedor.
Yo también voy a querer una — dijo Lupita.

Salimos y afuera estaba don Arturo con su bandeja de tortas.

— Grité emocionada — ¡Don Arturo, desde cuándo lo estoy esperando!
Jajaja, ¿y eso?
Es que si no llegaba, me iba a tener que comer el huevo con jamón que traje de lonche
Jajaja, pues qué bueno que llegué y fíjate que presentía que ibas a querer una, por eso aquí te tengo apartada una — me decía mientras sacaba de abajo la ultima torta de cochinita
Ayyy don Arturo… gracias, pero ahora se me antoja una de carne asada
Hija de la chingada, y yo apartándotela desde hace rato, jajaja.
Jajaja, pues ni modo, ahora no se me antojó la de cochinita. ¿Si trae de carne asada?
— Revisó en su bandeja — Sí, de esas todavía me quedan varias, ten esta
Ah, pues si la Ester no va a querer la de cochinita, démela a mí
Aquí tienes, Lupita. ¿Y qué, se las cobro juntas o separadas? — preguntó don Arturo
Juntas, juntas — respondió Lupita mientras sacaba el dinero y pagaba las tortas.

Nos fuimos a comer al comedor del trabajo y nos quedamos platicando un rato más hasta que terminara la hora de la comida.

Ester y lupita comprando tortas

Miré el reloj del comedor y me paré de la mesa, ya que nomás faltaban dos minutos para que terminara la hora de la comida.

¿Qué? ¿Para dónde vas? — me preguntó Lupita.
— Le apunté al reloj de la pared que estaba atrás de ella — Mira

Se volteó con una sonrisa en la cara, miró el reloj y, cuando giró de nuevo a verme, esa sonrisa se transformó en flojera.

Ayy, no, qué flojeeeera… — dijo Lupita mientras se levantaba de la mesa.
Jajaja, ¿verdad que sí? Estuvo bien pesado el día.
Uyyy sí, todo el día estuvo lleno, parece que la gente no sabe que también puede cobrar otro día, jajaja
Jajaja, lo bueno es que ya casi salimos
Sí, es lo bueno. Oye, Ester, ahorita más al rato me ayudas sacando la basura de ahí de las ventanillas, ya ves que no nos dejan salir — dijo Lupita
Sí, más al rato me echo la vuelta por ahí y la saco — le respondí y me despedí de ella.

Nos fuimos a trabajar. Ya casi al final del día, me acordé de lo que me dijo Lupita sobre la basura y fui a sacarla. Entré al cuarto, saludé a Lupita y a las demás muchachas, y me despedí porque después de eso, fui a acomodar mis cosas y dejarlas listas para mañana. Salí del banco y me fui a agarrar el camión para irme a la casa.

Justo antes de llegar a la casa, vi que las niñas estaban afuera jugando, pero no estaban solas; ahí también estaba mi mamá.

— Me vieron y las dos salieron corriendo para saludarme y darme un abrazo. — ¡Hola, mami!
Hola, chiquitas. ¿Qué andan haciendo aquí afuera?
Mi abuela vino por nosotras y nos llevó a la tienda y nos compró unos dulces — levantaron las manos y cada una traía un bolsón de dulces.

Allá viene mi abuela — gritó Paty mientras la señalaba.
Sí, ya la vi. Díganle que ahorita salgo, voy a dejar mis cosas en la casa — les dije mientras saludaba a mi mamá a la distancia.
Sí, mami — gritaron las dos y se fueron corriendo a decirle.

Entré a la casa, abrí la puerta de mi habitación y ahí estaba Jesús, acostado en la cama mirando una película en la tele.

Hola, amor. ¿Cómo te fue en el trabajo? — me preguntó Jesús
Bien cansado, amor, todo el día estuvo bien lleno — Respondí mientras me sentaba en la cama para quitarme los tenis y acostarme tantito.
Pues sí, es quincena. Todos quieren ir a cobrar, parece que no saben que pueden ir otro día, jajaja
Jajaja, sí, lo mismo me dijo Lupita
¿Y qué vas a hacer ahorita? ¿No quieres ir a cenar?
Sí, vamos más al rato, pero ahorita voy a salir a platicar un rato con mi mamá, ahí está afuera
Ahhh sí, hace rato vino y se llevó a las niñas a la tienda
Voy a salir de una vez para afuera. — y aproveché para reclamarle — Oye, y qué bien quedaste en la mañana, ¡ehhh! Te dije que sacaras la basura y ahí la dejaste; casi se me pasa el camión por ir a tirarla.

Jesús solo se rió y dijo que se le había olvidado. Me levanté de la cama, saqué dos sillas para afuera y me senté a platicar un rato con mi mamá. Como a la media hora, salió Jesús y nos quedamos platicando todos, hasta las niñas. Luego nos fuimos todos a cenar unos tacos, llevamos a mi mamá a su casa, llegamos a la nuestra y nos alistamos para irnos a dormir temprano, porque al día siguiente era miércoles y teníamos que trabajar, y las niñas ir a la escuela.

familia feliz comiendo tacos

Y así fue como terminó el día: un día normal, un día más, un día de tantos que pasan y no se recuerdan, un día de tantos que se olvidan. Pero continué con la rutina; pasaron un par de semanas y, además del cumpleaños de una de las niñas, no pasó nada más interesante. Hasta ese día.

Empezó el día, pero este no estaba tan normal como cualquier otro; tenía algo diferente. Me levanté con el pie izquierdo, algo que le pasa a todo el mundo, ¿no?, Todo empezó porque me levante bien tarde, además de que no aguantaba el dolor de cabeza, pero me tomé una pastilla y me levanté.

— Me giré y empujé a Jesús — ¡Hey, para que te levantes, ya es bien tarde!

Me paré de la cama y fui casi corriendo al cuarto de las niñas para despertarlas.

¡Hey, levántense! Me quedé dormida y ya es bien tarde, bien tarde — les decía mientras entraba a su cuarto, prendía las luces y abría las ventanas.

Salí corriendo del cuarto de las niñas para ir rápido al baño; ya tenía la mano en la manilla del baño, la giré rápido como cuatro veces y no abría. Toqué fuerte la puerta con la palma de la mano como tres veces, y solo se escuchó desde adentro del baño un:

Ocupado
Pues apúrate porque quiero entrar al baño — dije ya molesta.

Me di la vuelta y me acerqué al cuarto de las niñas e igual que en el baño, golpeé la puerta con la mano — ¡Apúrense, ya casi es hora y todavía no están cambiadas y no han desayunado! — Para ese punto ya me sentía bastante estresada. Pero ni modo, tenía que seguir. Me apresuré a ir a la cocina, pero de lo apurada que estaba, me metí un chingazo con una pata de la mesa en el dedo chiquito del pie; nada más hice una mueca de dolor mientras me agarraba de la silla. Fui al cuarto y me tomé otra pastilla para el dolor porque la primera parecía de mentiritas, ya que me seguía doliendo la cabeza y ahora el pie.

Ya en la cocina, puse a calentar un sartén con aceite y el comal para calentar las tortillas. — Vénganse a desayunar — abrí el refri y saqué unos huevos, los quebré dentro del sartén para ahorrar tiempo. Me di la vuelta para agarrar la sal de la mesa y ya estaba Jesús sentado en la mesa, pero las niñas apenas iban llegando a la cocina, y no venían solas; las acompañaba la gota que derramó el vaso de mi paciencia.

Explote de coraje…

¡¿Por qué no se han cambiado todavía?! — les grité como si hubieran cometido un crimen.

Todos se quedaron callados viendome, y Lili comenzó a llorar.

¡Vallanse a cambiar rápido! — les grité aún mas fuerte.

Jesús se levantó de la mesa, cargó a Lili y comenzo a calmarla para que dejara de llorar, mientras las acompañaba a su cuarto para que se cambiaran para ir a la escuela.

Casi me moria del coraje ahí mismo, sentia como me hervia la sangre, tanto que ni cuanta me di que se me quemaron los huevos, pero no me importó, agarré los platos y así los serví. Jesús y la niña, ya cambiada, regresaron a la mesa y se pusieron a desayunar a la carrera.

cuando termminaron de comer se levantaron y Jesús dijo:

Bueno, ya nos vámonos porque ahora sí es bien tarde
¿Sacaste la basura? —pregunté, enojada.
No, se me olvidó. Sácala tú, ya se me hizo bien tarde — respondió mientras se me acercaba para darme un beso.
¡NO QUIERO UN BESO! —le grité mientras se lo negaba, y empecé con un escándalo y varios reproches a todos.

Mama furiosa

Estaba invadida por la ira, así que no medí ninguna de mis palabras ni mis acciones. Cada quien fue por sus cosas para subirse al carro. Antes de irse, vi por la ventana cómo Lili se bajó del carro y entró corriendo a la casa.

— Se acerco timidamente y me dio un abrazo — Perdón mami, no quería hacerte enojar.

Me quedé helada, por la ira, la tristeza y ahora la culpa que me invadía el cuerpo. Le devolví el abrazo y, con lágrimas en los ojos y una sonrisa, me despedí de ella sin decir ninguna palabra, porque no podía. No podía decir nada, sentía un nudo en el pecho y la garganta reseca, como si no hubiera tomado agua en un mes. Salió corriendo y se subió al carro.

Me sequé las lágrimas y me fui a alistar para irme a trabajar. Desayuné los huevos quemados que quedaron, que por cierto les hacian falta sal, me bañé y me cambié. Cuando salí de la casa, como cereza del pastel, toda la basura estaba regada por el suelo, y alcancé a ver cómo dos perros salieron corriendo de ahí. Ya no tenía palabras. Me sentía corrompida, sin emociones, como si estuviera vacía por dentro, con la mirada ida y casi en automático. Me puse a recogerla para ir a tirarla al contenedor que estaba como a media cuadra, pero como ya era muy tarde la deje al lado de la puerta.

bolsa de basura olvidada junto a la puerta

Entre a la casa para limpiarme y salí a tomar el camión para irme a trabajar. Iba casi corriendo y cuando estaba como a 100 metros de la parada, solo vi que mi camión se fue… Sentí que la vida casi me estaba cobrando algo personal.

Segui caminado pero ahora un poco más despacio, ya de que servia ir a la carrera si ya se me habia pasado el camion, y a unos 10 metros antes de llegar a la parada, volteé al piso y vi un billete de $50 pesos. Miré a todos lados y no vi a nadie, así que lo junte y lo guardé en mi bolsa. Llegué a la parada del camión, me puse mis audífonos y empecé a escuchar mi música favorita. Esperé al próximo camión y cuando llegó, subí. Iba casi vacío, supongo que porque ya era tarde. Me senté en la parte de atrás y mientras el camion hacia su ruta habitual vi el letrero que siempre veo cuando voy al trabajo: “Hoy es un bonito día para ser feliz”.

Hoy es un bonito dia para ser feliz

Solo me quedé pensando. Llegué al trabajo más de una hora tarde de mi hora de entrada. Estaba marcando mi llegada cuando escuché:

Buenas noches, Ester — con un tono sarcástico dijo mi gerente.
— Volteé un poco apenada, pero con una sonrisa — Buenas noches, Víctor.
¿Qué pasó, todo está bien?
Pues tuve una mañana un poco pesada, pero todo está bien.
Qué bueno que ya estás mejor. ¿Quieres un café? — me dijo mientras se servía café en su taza — Traje panes de los del otro día
Esos panes están bien buenos. Sí quisiera, pero ya es bien tarde y me tengo que poner a trabajar
Mira, nada más ayúdame limpiando el frente y saca la basura para que se la lleve el camión, ya luego te vienes a tomar el café con un pan
¿No estás enojado porque llegué tarde?
No, para nada. Todos tenemos un mal día de vez en cuando. Además, tú siempre llegas temprano. Bueno, ahí nos vemos en un rato, voy a revisar unos pendientes que tengo… — dijo Víctor mientras se acomodaba un pan en la boca, agarraba su taza de café con una mano y con la otra agarró unos documentos del trabajo, y se fue.

Me despedí con una sonrisa y un gesto de la mano, — Qué bueno que no se enojó conmigo — pensé. Comencé a limpiar el frente, saqué la basura y me fui al comedor para tomarme el café con un panecito. Iba entrando al comedor y ahí estaba Lupita mirando su teléfono.

— Me acerqué por detrás sin hacer ruido y grité — ¡Boo!
— Lupita pegó un brinquito del susto y casi se le cae el teléfono — ¡Ay, babosa, me asustas!
Jajaja, me voy a preparar un café, ¿quieres que te ponga agua a calentar? — pregunté.
Mejor cómprame una coca, con el susto siento que se me bajó la presión — dijo Lupita mientras se reía.
Jajaja, ¿Vas a querer el café o no?
Ayy… gracias, pero ahorita no… — respondía Lupita, mientras yo le señalaba la caja de panes con los ojos.
— …nomás que no esté muy caliente, jajaja.

Nos comenzamos a reír y me fui a calentar el agua para el café.

¿Y quién trajo los panes? ¿El codo de Víctor? — preguntó Lupita, soltando una risita.
Jajaja, sí, pero cállate, porque si no después ya no va a traer nada

Lupita solo encogió los hombros mientras se tapaba la risa con las manos.

Ay, no es cierto. Ya hablando en serio, Víctor es bien buena onda. ¿No se enojó porque llegaste tarde?
No, no me regañó. De hecho, me dijo que todos tenemos un mal día de vez en cuando y que no me preocupara, que limpiara el frente y sacara la basura, y luego me viniera a tomar un café con pan.
Yo sí te hubiera regañado, jajaja.

Soltamos la carcajada y empezamos a platicar de otras cosas.

— La cafetera comenzó a pitar. La quité de la estufa y empecé a servir el agua caliente en las tazas, cuando mi teléfono empezó a sonar. — ¿Quién es? — pregunté a Lupita._
No lo tienes guardado, pero termina en 56.
De seguro son los enfadosos de Telcel. Todo el día están marque y marque. Si no me hablan como 10 veces en todo el día no me hablan ni una.

Lupita y Ester comiendo cafe con pan

Dejé que el teléfono siguiera sonando y me senté con Lupita a tomar café con pan y platicar un rato. Como a la media hora, nos levantamos y nos fuimos a trabajar. Lupita regresó a la ventanilla, yo me fui a limpiar los baños de mujeres, y mientras estaba ahí, mi teléfono volvió a sonar. Lo saqué y vi que el número no estaba registrado, pero terminaba en 56, igual que el de hace rato, así que contesté.

¿Bueno? — pregunté tímidamente.
Buenos días, ¿me comunico con la señora Ester Ávila? — preguntó una voz gruesa de hombre.
— Con un poco de incertidumbre y desconfianza respondí — Sí, soy yo. ¿Quién habla?
Hola, señora. Habla el Licenciado Jaime Hernández Olivas, representante del servicio forense de la ciudad. Lamento ser yo quien le tenga que dar esta noticia, pero su esposo, Jesús Romero, perdió la vida en un accidente automovilístico esta mañana — dijo el Licenciado.

Después de esas últimas palabras, perdí el sentido de la realidad.
Dejé caer el teléfono al piso y comencé a caminar por el banco, pero había algo extraño: todos estaban en silencio todos estaban quietos. Las manecillas del reloj estaban quietas, nada ni nadie se movía, como si el tiempo se hubiera detenido para todos, excepto para mí. Solo podía escuchar el sonido de mis pasos.

Salí del banco y todo seguía igual. Además de mis pasos lo único que escuchaba era el ensordecedor sonido del silencio. Las personas en la calle tampoco se movían, los carros no avanzaban, y los pajaros estaban quietos en el aire.

Empecé a caminar por las calles rumbo a casa. Pero con cada paso que daba y me acercaba mas a casa, sentía que avanzaba más despacio.

Pasé por un lado del letrero que veía todos los días cuando iba rumbo al trabajo: “Hoy es un bonito día para ser feliz”.

Continué avanzando hacia casa, a pesar de que mientras mas avanzaba a casa me sentía más lenta. y después de caminar por lo que parecía una eternidad, en un lugar donde el tiempo no existe, llegué al frente de la casa.

Quería entrar corriendo, pero no podia mis movimientos eran tan lentos que parecía estar quieta en el mismo lugar. Lo único que miraba era la bolsa de basura junto a la puerta, tal cual la deje por la mañana.

bolsa de basura olvidada junto a la puerta

En ese mismo instante me desmaye, y cuando comencé a despertar. Tenía los oídos tapados y no podía ver nada por el brillo del sol que entraba por la ventana. Con la mano, alcancé a tocar el borde de mi cama. En ese momento, respiré profundamente, como si estuviera bajo el agua y saliera a la superficie. — “Todo fue un sueño” —, pensaba mientras me tallaba los ojos para poder despertar. — “Todo fue una pesadilla” — seguía repitiéndome mientras la sensación de estar aturdida comenzaba a desaparecer. — “Todo fue un mal sueño” — me decía, pero un sonido peculiar llamó mi atención.

Volteaba a todos lados, pero aún no podía abrir bien los ojos por toda la luz que entraba por la ventana. Mi audición mejoró lo suficiente como para distinguir de dónde venía el sonido. Giré lentamente hacia mi derecha y me esforcé por abrir los ojos. Y ahí estaba la máquina que medía mis signos vitales. El ruido que escuchaba era el «beep beep» de la máquina.

Resulta que, después de la llamada con el licenciado, colapsé y caí desmayada en el baño del banco. Alguien me encontró y me trajeron al hospital. Lo que me pasó no fue un sueño ni una pesadilla. Fue la realidad.

Y después de eso, solo podia pensar que… ese día no solo negué un beso,
sino también negué un “te perdono”,
un “te quiero”,
un “te amo”,


Reflexión

Esta historia trata de reflejar la fragilidad de la vida y cómo en ocasiones vivimos atrapados en nuestras rutinas diarias. A veces, cuando los días no son perfectos y nos dejamos llevar por situaciones que no son tan importantes, la vida puede ser cruel y recordarnos, de manera abrupta, lo valioso de cada instante. Nos enseña que, a pesar de las dificultades, debemos buscar siempre la belleza en lo cotidiano, abrazar a quienes amamos y no dejar para mañana lo que puede ser dicho o hecho hoy. Porque al final, son esos pequeños momentos los que realmente importan.

Historia basada en hechos reales.

Valoren más a su familia, no desperdicien su tiempo en cosas insignificantes, y que sus emociones y actos no dependan de cosas tan simples como sacar la basura.

— Atte: La verdadera Ester.


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Carlos Iván Ochoa Gómez

Soy un desarrollador web que actualmente trabaja en PriceTravel como Front Designer. Recientemente, comencé a escribir para mí, pero algo me hizo querer compartirlo, así que abrí un blog.

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